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Guido Gómez insta a Toletino Dipp a luchar sin salir de las filas del PRD

"Existen cuotas de responsabilidad. Nadie está libre de pecado y el terrible drama nuestro reside en una profunda vocación por invertir mayor tiempo en las discrepancias que en los puntos coincidentes"

SANTO DOMINGO, República Dominicana.-El dirigente perredeísta Guido Gómez Mazara llamó al compañero de partido Hugo Tolentino Dipp a no abandonar las filas del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) para fundar una nueva organización “peñagomista” debido al control que ejerce Miguel Vargas Maldonado sobre el Partido Blanco.
En una carta en la cual hace un recuento de diversos momentos históricos del PRD y de partidos de otros países que han sabido superar crisis internas y reconquistar el poder, Gómez Mazara afirma que abandonar el perredeísmo en estos momentos sería fragmentar el “único instrumento democrático” que le queda al pueblo dominicano.
Asimismo, le recuerda que los intentos de formar partidos a partir de fraccionamientos del PRD y de otras organizaciones fuertes, en su mayoría han terminado en el fracaso.
A continuación la carta:
18 de julio del 2013
Santo Domingo, D.N.
A mi querido Hugo, con el respeto de siempre.
Compañero
Hugo Tolentino Dipp:
Nací en el sector de Ciudad Nueva y mis compañeros de infancia desarrollaron el mejor argumento para preservar el derecho a jugar en la cancha de baloncesto del parque Eugenio María de Hostos y frente a los intentos de los mayores por impedirnos jugar el deporte del aro y balón, nos inventamos la frase de que, “el que abandona pierde”. Así nos destacamos como atletas y la regla de oro era llegar temprano al terreno de juego.
Confieso que he pensado en aquellas jornadas deportivas y por esas ironías de la vida la estoy recordando ante un hombre del sector, porque mantengo  las referencias de muchos que, como yo, observando en la distancia, veíamos al rector universitario, intelectual y político que tenía su apartamento ubicado en el edificio Buenaventura, del lado de la Doctor Delgado casi esquina Av. Independencia. Muchos años han pasado, el país cambio. Eso sí, tengo la impresión de que el paso del tiempo preserva en ti un sello esencial: defiendes tus criterios con la solidez de siempre.
Como le escribo a un maestro y observador de excepción de los acontecimientos de mayor importancia en la vida nacional, desde el ajusticiamiento de Trujillo hasta nuestros días, me siento invalidado para dar “clases”. Por eso, mis argumentos provienen de la condición de humilde estudiante con sed de aprender.
El problema esencial de lo que acontece en el PRD obedece a un factor que nadie quiere tocar: lo que aparenta un pleito entre dos expresa un agotamiento del modelo partidario que, ante su incapacidad por renovarse, se desconectó de la sociedad y pretendió ocupar un espacio político, social y electoral que comenzaba a cambiar de titular desde el año 1996. Y el derrumbe comenzó cuando el éxito electoral de los años 1998 y 2000 nos hizo perder el rumbo y asociamos la organización a proyectos personales olvidándonos de que el instrumento esencial tenía que ser transformado para interpretar con mayor inteligencia  los cambios experimentados en el seno de la sociedad.Don Hugo, la solución del actual conflicto partidario no se resuelve dejando el PRD en manos del Ing. Miguel Vargas Maldonado y creando las condiciones para construir  “un partido peñagomista”.  Los precedentes podrían servir de lección. Tanto en el orden local, como experiencias de partidos en América Latina, las propuestas de armar proyectos fragmentando una fuerza electoral enraizada en el corazón de los electores termina en fracaso. Como estabas en primera línea al lado del líder, apostando al PRD, te lo recuerdo. ¿Acaso no constituyó Moderno un claro intento de crear las condiciones de un proyecto alternativo en momentos en que Peña Gómez y Majluta no encontraron la ruta de la convivencia inteligente dentro del PRD?
Existen cuotas de responsabilidad. Nadie está libre de pecado y el terrible drama nuestro reside en una profunda vocación por invertir mayor tiempo en las discrepancias que en los puntos coincidentes. Soy de los que apuestan a un proceso de transformaciones internas donde las estructuras de mando expresen auténticamente los liderazgos, deseo que la escuela de formación política abra sus puertas, entiendo que la distribución de los recursos que recibimos por vía de la JCE lleguen de forma institucional, anhelo que el ejercicio de máxima autoridad sea incompatible con aspiraciones presidenciales, espero la llegada de un partido que sea correa de transmisión de los  reclamos ciudadanos, respiro porque el mérito y no el dinero representen la garantía para candidaturas internas y nacionales y quiero dar todas mis energías para desarrollar espacios de concertación alrededor de un partido que vuelva al compromiso ideológico como matriz de su conducta política.
La fase de inconsistencias internas viene de lejos. Y me incluyo porque todavía hoy creo que el modelo de dos períodos presidenciales consecutivos es garante de renovar liderazgos y cercena la posibilidad de que los nuevos iluminados se mantengan por tantos años perdurando en una aspiración presidencial eterna. La aberración del 2002 consistió en  no hacer de nuestra mayoría congresual el resorte para los cambios auténticamente liberales y conformar un modelo constitucional acorde con las aspiraciones de amplios núcleos ciudadanos. Y pagamos el precio.
Los últimos diez años de gestión partidaria nos revelan la urgencia de impulsar un partido diferente desde las mismas entrañas de la organización.  Por eso, “irse no es lo inteligente”. El PRD que votó sobre el aborto no parecía una organización socialdemócrata, las complicidades manifestadas alrededor de la privatización de nuestras playas no retrata un partido que sirve a la gente  y cuando una cantidad considerable de diputados levantaron la mano a favor de Barrick Gold se permitió que el dinero orientara el comportamiento de nuestros representantes. Esos vientos han servido de base para las incongruencias partidarias.
Organizacionalmente el PRD está detenido en los 90s porque construimos un esquema para la victoria de Pena Gómez en 1994. En esa coyuntura era entendible un partido en situación de excepción, ya que se facilitó el retorno de los jacobianos creando las bases para organismos hipertrofiados. Ahora bien, preservar ese modelo alrededor de veintitrés años genera un terrible divorcio entre el partido y las mutaciones experimentadas en el seno de la sociedad, y no tenemos el líder con nosotros y no nos adecuamos a la nueva realidad del país del siglo 21. Ese desfase, en términos prácticos, es tan dañino como las refriegas actuales.
Mi estimado historiador y compañero, nos asaltó la franja conservadora que “convenció” a segmentos importantes del PRD de hacer una oposición light, dejar el reclamo popular porque estaba “out” y reducir el sentido de lo nuevo a caras frescas, con ideas viejas.
Así se desarrollaron los criterios para no dejar pasar las voces críticas y disidentes creando una lógica o modelo de dirigente controlable y adicto a la genuflexión como ritual indispensable para asumir responsabilidades institucionales. Y esa manera de actuar tiene muchos exponentes en el partido.
Todo el que hace vida fuera y dentro del PRD sabe de mis discrepancias con Miguel Vargas Maldonado. Bajo su gestión el partido no define su rumbo ideológico, los mecanismos de elección de candidatos no han sido del todo democráticos, las políticas de alianzas desdeñan a los sectores liberales, no nos conectamos con los intelectuales, los jóvenes, mujeres, clase media y me siento insatisfecho por su postura en el pasado proceso electoral del 2012.
Inclusive, un rol de presidente institucional integrado a la campana de Hipólito Mejía le tendría en la actualidad de jefe indiscutido del partido. Pero es honesto mirarnos internamente, reconocer  fallas y hacer conciencia de que la verdad es un espejo roto y como  parte de la franja no coincidente con el presidente del PRD siento que liberarnos  de las culpas partidarias es un acto de insensatez.
A lo que estoy opuesto es mantenernos en el ojo público como un partido irreflexivo, desbordado e incapaz de canalizar con mayor inteligencia la diversidad interna. En el PRD no podemos pensar igual, lo que debemos es tener una agenda en común.
Discrepo de ti alrededor de la estrategia para sacar las manos moradas de la jurisdicción perredeísta. No tengo dudas de una lógica pérfida de vencer al contrario estimulando su división. Eso no es nuevo. Y desde su mismo proceso de fundación, el líder histórico del PLD enfilo  sus cañones contra el PRD. La calificación de “degenerado” y la publicación del álbum de la corrupción constituyen piezas de descalificación injustificadas.
Si en la actualidad Leonel Fernández lo hace o Danilo Medina se beneficia del pleito interno, nuestro desafío reside en orientar un modelo de organización donde las intrigas externas no debiliten el espíritu de la organización, porque los partidos fuertes resisten toda clase de embestida.
Cuando Joaquín Balaguer debilitaba la principal fuerza opositora, nombrando en el tren gubernamental a  Nicolás  Silfa, Ángel Miolán y a Brea Peña, el PRD no disminuía su caudal de simpatías. Por el contrario, esos saltos de lealtad consolidaban la organización y se incrementaba el odio hacia la administración reformista. Eso sí, teníamos un partido en las calles interpretando los reclamos de la gente y a José Francisco Pena Gómez construyendo las redes electorales para arrebatarle el poder al oficialismo.
Reitero mi deseo de echar el pleito adentro y que sean las bases las que decidan el futuro del PRD. Si los seguidores del PRI, en México le hubiesen dejado su organización al modelo de gestión gubernamental de Salinas de Gortari o Ernesto Zedillo, gobernaría otro y no Peña Nieto. Los líderes del FMLN, en El Salvador, no se amilanaron cuando Schafik Handal  murió y se sentaron a buscar el que los condujo a la victoria: Mauricio Funes. Daniel Ortega cumple 34 años de llegar al centro de Managua vestido de verde olivo y las mutaciones del FSLN le han hecho un candidato imbatible, anda vestido de civil, recita los poemas de su esposa, Rosario Murillo, y su éxito radica en adecuar su partido al mercado electoral nicaragüense. El PT brasileño es un variopinto de fuerzas que entendió que Lula Da Silva los colocaba en la ruta de la victoria. Allí, marxistas, socialdemócratas y conservadores no se fueron a formar tienda para otro lado cuando una elite les cerró el paso llevando a un empresario dueño de medios de comunicación al poder. Inclusive, en medio de la convención del partido demócrata las discrepancias entre H. Clinton y B.Obama subió de tono la realidad los obligó a pactar para llevar su partido al poder e impedir que los republicanos se perpetuaran en la dirección del estado. ¡Ejemplos sobran!
Hugo no nos podemos ir. El único instrumento político que les queda a los sectores democráticos no puede ser fragmentado, y ese es un compromiso de todos.
Con el afecto de siempre,
Guido Gómez Mazara

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